¿Porqué los Españoles somos cada vez menos amables ?

Dicen que cuando en el año 1952, al premio Nobel Gabriel García Márquez le rechazaron para su publicación el libro “La Hojarasca”, el presidente del comité de la española editorial Losada le envió una carta muy negativa sugiriéndole que se buscase otra profesión y no la de escritor. Su estado de ánimo estaba por los suelos y su amigo Alvaro Cepeda lo consoló diciéndole: “los españoles son muy brutos” al hablar y al expresarse. ¿Qué hay de cierto en esta frase?

Comparativamente, con la forma de hablar, de expresarse de nuestros amigos y hermanos Latinoamericanos, es totalmente cierto. Si nos comparamos con la forma de hablar de algunos países del este de Europa (por favor y gracias son palabras utilizadas solo por unos pocos), podemos decir todavía que somos unos exquisitos, pero nuestra comparación tiene que ser con quienes lo hacen mucho mejor que nosotros, para lograr ese positivo objetivo de la constante superación en el desarrollo de la persona y de la sociedad.

Siempre me llamó la atención la diferente forma de hablar entre los españoles y los latinoamericanos. No me estoy refiriendo al acento, ó al tono, me estoy refiriendo a las formas, a la cortesía, a la amabilidad, y también, porque no, al conocimiento de la gramática. Estamos a mucha distancia de nuestros colegas latinoamericanos, distancia que, lamentablemente, se ha haciendo cada vez mayor con el paso del tiempo.

Llevo viajando por Latinoamérica desde hace 30 años y he “cruzado el charco” (como decía la inolvidable Lola Flores), más de 150 veces, la mayoría de las veces por motivos profesionales (soy médico ginecólogo), pero también por motivos personales, ya que para mi, el Dorado, si que está en América.

Les puedo asegurar que es un auténtico placer el oír hablar el español en Latinoamérica, cada uno con sus diferentes tonalidades y acentos, pero con un factor común característico: la cortesía, la amabilidad, la educación exquisitas. Cuando uno oye esas respuestas tales como: “con mucho gusto señor” (un taxista en Costa Rica, cuando se le indica a donde queremos ir), “no, por favor” (un argentino en respuesta a darle las gracias), “ta,ta,ta, bárbaro, genial” (una uruguaya, al decirle que no tengo un billete más pequeño para pagar la entrada del cine), “hasta luego y que la pase muy bien” (una colombiana, al despedirse), super-bien (un paraguayo respondiéndote, cuando le preguntas que como está), …. no puede menos que compararlas con las que habitualmente oímos en España, en las mismas situaciones y …pensar un poco, con cierta pena y nostalgia, en el porqué.

Cuando vuelvo a España, después de cada uno de mis 10-12 viajes por año y empiezo a oir a las azafatas de Iberia, educadas y correctas, pero…. sus formas y actitud no son las de las azafatas de Avianca, de LAN, de Copa, etc, luego al diferente personal del espectacular y modernísimo nuevo aeropuerto de Madrid, con mal humor, respuestas secas y cortas y finalmente llego a mi querida Andalucía, el alma se me cae a los pies. Ya hemos llegado a casa, me digo, volvamos a la realidad española, como dice mi admirado y siempre leído Fernando Sánchez Dragó, cuando vuelve de uno de sus viajes de uno de los países de su Asia añorada.

Hace unos años, mi también admirado y leído Manuel Vicent, escribió un articulo titulado “El idioma”, hablando del impecable castellano que utilizaban ciudadanos de Guatemala y Nicaragua, algunos indígenas, con sus hijos muertos en los brazos, al expresar los acontecimientos surgidos con el fenómenos atmosférico “El Niño”, de tan triste recuerdo para todos. Destacaba, entre otros muchos aspectos, que a la hora de expresar sus sentimientos, lo hacían con las palabras adecuadas a cada matiz de su emoción, es decir dominando algo esencial, de lo que generalmente solemos carecer en España, la disciplina de un idioma. Nunca en un articulo tan corto, que guardo como “oro en paño” se pudo decir tanto y tan cierto.  

En mi ultimo viaje a Cali (Colombia) hace unos dias, país donde mejor se habla el español de toda Latinoamérica, en concepto y en formas, unas amables médicos residentes del Hospital al que fui a dar una conferencia, me invitaron a cenar a un restaurante típico localizado en las afueras de la ciudad. Fuimos en el coche de una de ellas y llegando al lugar, no estaban muy seguras del camino que tomar, así que decidieron preguntar a un señor que estaba a la orilla de la carretera. Permítanme que les escriba textualmente como se desarrolló la escena: 

Conductora del coche: “Buenas tardes, señor”

Señor en la carretera:  “Buenas tardes, señorita”

Conductora del coche: “Como esta usted, señor”

Señor en la carretera:  “Muy bien señorita. Muchas gracias, y usted como está?”

Conductora del coche: “Muy bien, señor, muchas gracias. Señor nos podría orientar sobre como ir al restaurante…….”

Señor en la carretera:  “Con mucho gusto, señorita. Tienen que tomar la siguiente dirección………”

Se imaginan ustedes esta conversación en una ciudad ó pueblo, elegidos al azar, de mi querida Andalucía?. Pues de eso exactamente es de lo que estoy hablando en este articulo, de la pérdida del placer de una comunicación, cortés, amable y educada, entre personas, entre seres humanos, de nuestra informatizada, robotizada y cada vez más deshumanizada sociedad.

Por supuesto, que es muy difícil equiparar a toda España en la misma forma de hablar, de expresarse cortésmente, de hablar con educación y respeto (y por supuesto ni lo pretendo), ya que lamentablemente no todas las comunidades de nuestro país gozan del mismo nivel económico y de educación. Por ello y aunque viajo con mucha frecuencia también por el interior de nuestra España, para ser justo he de limitar esta comparación entre Latinoamérica y España, a mi querida Andalucía, donde nací y he vivido toda mi vida, viendo como tras 20 años de gobierno socialista sigue ocupando el mismo lugar entre las comunidades europeas: el último, con un deplorable nivel educativo y de conocimientos, repetido año tras año (no hay peor ciego que el que no quiere ver), aunque “afortunadamente” el próximo año seremos también la ultima comunidad española, pero esta vez con PC portátiles (otro insulto a la inteligencia de los andaluces y van…….)  a sus desorientados y desatendidos alumnos. Los políticos andaluces ignoran ó no hacen caso, que es casi lo mismo, de aquella frase que dijo un profesor de: “cuando un alumno destaca, fíjese en el alumno, pero si muchos alumnos destacan, fíjense en el profesor”. Pónganla a la inversa, que es el caso de Andalucía y saquen consecuencias

En Latinoamérica se usa la palabra señor ó señora para dirigirse a una persona independientemente de su condición social. Hace poco tiempo observe a una persona atender a un indigente en los alrededores de la plaza del Zocalo en Mexico DF y cuando llegó la policía, dijo: “el señor estaba tendido en el piso y no se movía”. El señor….., ¿alguno de los estimados lectores se imaginan la escena en España?, en primer lugar alguien tendría que pararse a socorrer a esta persona indigente, situación cada vez más insólita en nuestra “civilizadísima” sociedad perteneciente al primer mundo y en segundo lugar imagínense la escena diciéndole a la policía, lo que le pasada al “hombre”, al “tio”, al “pobre”, etc,etc.

En la mayoría del territorio español (hay excepciones, afortunadamente), hemos sustituido el “señor” por el “caballero”, pero curiosamente no hemos sustituido la palabra “señora” por “dama”, como sería el equivalente. Creo que se debe a un interesante fenómeno sociológico, cuyo desarrollo y comentarios no es el momento, pero  que viene a reflejar, de una u otra forma, la perdida del respeto que nuestra sociedad experimenta en los últimos años, reflejo fiel de la perdida ó ausencia de valores, que tiene nuestra juventud. Obviamente decir “caballero” es menos “servicial” que decir “señor” y sitúa a las dos personas que están teniendo ese diálogo (por ejemplo un camarero y un ciudadano que se sienta a tomar un café) en un plano más igualitario, más socializado.

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No deja de llamar la atención que esto nos pase a los Españoles, curiosamente nominados en numerosas encuestas, como los ciudadanos, junto a los italianos, mas simpáticos y amables de Europa (al menos así era hace unos años, ahora la verdad es que tengo mis dudas) 

No deja de llamar la atención, cuando vemos en TV ese magnífico programa de “Españoles fuera de España”, que cuando presentan el caso de un ciudadano español viviendo en Latinoamérica, en cualquier pais de ese continente, indefectiblemente hacen un comentario del compatriota de turno, sobre la brusquedad de la forma de hablar de los españoles. “En los primeros dias, creían que estaba siempre enfadada” decía una, “a veces teníamos que repetir las frases en otro tono” decía otro.  

En una reunión celebrada en la casa de América de Madrid, la Real Academia de la Lengua y el Instituto Cervantes, coincidieron en un diagnóstico: El futuro del Idioma español, está en América. Afortunadamente se hablará un español correcto, pero sobre todo por personas corteses, amables y educadas.

No quiero ser excesivamente pesimista y exponer algunas de las posibles soluciones a esta inexorable carrera hacia ninguna parte. La primera de ellas es la de viajar a Latinoamérica. Qué gran frase la de Mario Vargas Llosa, aquella de que “los nacionalismos es una enfermedad que se cura leyendo y viajando”, frase que es una de las máximas de mi vida y que he intentado inculcar a mis hijos, con bastante éxito por cierto. Afortunadamente el porcentaje de españoles que viajan hacia los hermanos países de Latinoamérica es cada vez mayor y ya se están dando cuenta, de forma directa sin que nadie se lo diga, de estas diferencias sociales y sociables que existen entre nuestros países. Otra solución es la que nos viene por la emigración latina, ya que nuestro país es el preferido por Latinoamérica, por razones claras, el idioma, las costumbres y el carácter español. Nuestro jóvenes están viendo las diferentes formas de hablar el mismo idioma y sobre todo el como expresarse correctamente entre personas. 

No obstante, como he sido y soy una persona optimista y que además he tenido mucha suerte en la vida (la suerte hay que saber buscarla, que conste) y he disfrutado enormemente con mi  familia, con mi trabajo y con mis viajes, yo tengo la esperanza, de que en un futuro, nuestras próximas generaciones, hablen cada vez mejor y sepan expresarse y sobre todo comunicarse con sus colegas